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Foto del escritorDaniela Ochoa Díaz

La envidia (segunda parte)



La semana pasada vimos cómo el precioso evangelio y el recordar nuestra salvación nos ayudarán a mantenernos alejadas de la envidia y el día de hoy quiero terminar este estudio mirando el tercer pasaje y algunos consejos prácticos.


3. Y el tercer pasaje que quiero compartir está en 1 Pedro 2:1-2

Pero antes de leer estos versículos quiero hacer un resumen del capítulo 1 de primera de Pedro porque bien sabemos que es necesario entender la Biblia en su contexto, así que, si recuerdas, el capítulo 1 nos habla acerca de esa preciosa salvación que tenemos en Cristo, de esa herencia que tenemos en Él, de cómo Dios nos ha llamado a ser santos porque somos salvos y de cuánto le costó a Cristo darnos ese regalo inmerecido con su sangre preciosa.


Después de que Pedro menciona todo esto, es cuando dice en el capítulo 2:1-2

“Desechando pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias y todas las detracciones, desead como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación”


La Biblia de las Américas se refiere a esta leche espiritual como leche pura.


¿No te parece algo muy profundo? Pedro nos está diciendo que dejar la envidia es una respuesta a nuestra salvación.


Que es algo normal cuando uno se salva dejar esa clase de cosas y ahora buscar las eternas.


Se nos dice que lo que se espera del creyente es desechar la envidia para desear la Palabra de Dios para que de esta manera podamos crecer en nuestra madurez cristiana.


En resumen, se necesita la Palabra de Dios para comenzar a crecer en conocimiento de Cristo cuando llegamos a ser salvos.


Si no estamos alimentándonos de esa leche espiritual, no sabríamos de qué cosas Jesús nos salvó, no seriamos conscientes del gran amor de Dios y estaríamos más expuestas a envidiar lo que otros tienen o lo que son porque no habríamos entendido que en Cristo lo ¡tenemos todo! Tenemos riquezas espirituales en los lugares celestiales y tenemos algo mucho más importante, al Espíritu Santo morando en nosotras.


Hasta ahora mis hermanas, hemos visto cómo el evangelio puro y sin mancha nos aleja de la envidia, así como el recordar nuestra salvación y cómo Dios la proveyó y por último debemos desear la Santas Escrituras para alcanzar madurez.


Todas estas cosas nos mantendrán enfocadas en Dios y no en nosotras mismas para que así en nuestro corazón la envidia no tenga lugar ni tome mucho menos el control de nuestras vidas.


Ya hemos visto lo fundamental de la envidia y ahora veremos algo práctico para enfrentarla.


Para esto debemos recordar que “el amor no tiene envidia” como nos dice en 1 Corintios 13:4. Si ese amor de Dios está brotando a través de nosotras eso nos ayudará a desechar la envidia. El amor de Dios en nuestras vidas nos mantendrá con un corazón agradecido mirando al cielo y poniendo nuestros ojos en Jesús quien es el dueño de todo y aun así quiso compartirlo con nosotras sus hijas.


En Él tenemos la plenitud de nuestra alma y todo cuanto podamos desear o envidiar de otras personas no se podrá comparar a la grandeza de tener a Dios mismo ¡en nosotras!


Cuando te sientas tentada a envidiar a otros recuerda el hermoso evangelio de Cristo, su preciosa salvación y sumérgete en las Escrituras y una manera práctica de vivir esto es a través del amor de Dios, pero ¿cómo?


1) Teniendo una relación estrecha con tu salvador

2) Orando por aquellas personas a las que te has visto tentada a envidiar

3) Agradeciendo a Dios constantemente por lo que tienes y no quejándote por lo que no tienes

4) Aceptando con gozo tus situaciones actuales porque sabes que Dios está en control

5) Evitando compararte con los demás

6) Enfocándote en tu ministerio y en aquello para lo que Dios te ha llamado y capacitado

7) No juzgando la prosperidad de otros sino gozándote con ellos

8) Reconociendo que no todas tenemos los mismos dones y talentos, sino aquellos que Dios nos repartió para usarlos en su obra

9) Recordando que todas pasamos por diversas pruebas y no todas reaccionamos de la misma manera.


Espero que encuentres útiles estos 9 consejos prácticos, así como me han ayudado a mí misma.


Y quiero terminar mencionando que quizás todas en nuestras vidas pasamos por momentos en los que somos más propensas a sucumbir en esta obra de la carne que es la envidia porque como hemos visto se debe a que olvidamos lo básico de la salvación y el evangelio, pero también porque pensamos que es un “pecado aceptable”, algo que quizás todas lo hacen y no es tan malo.


Pero déjame decirte que gracias a ese pensamiento nuestras defensas no están alertas ante lo que ella provoca y puede ser que por esa razón no estamos viviendo la vida abundante que Cristo ofrece porque recuerda:


“El corazón apacible es vida de la carne, mas la envidia es carcoma de los huesos” Proverbios 14:30


Otras traducciones dicen que es “podredumbre”, que “te destruye por completo” y que “te corroe” los huesos.


¡Cuídate de la envidia mi hermana! Dios no se agrada de tales sentimientos dañinos dentro de su Cuerpo que es la Iglesia. La envidia lo único que produce son divisiones entre los creyentes, entre la propia iglesia. Dios nos manda a gozarnos con los que se gozan y llorar con los que lloran.


No dice que, si a otros les va mejor que a ti, o si tienen un ministerio más visible o aplaudido que el tuyo, o quizás económicamente parecen más prósperos que tú, no dice que no debas alegrarte con ellos sino todo lo contrario.


Con la envidia, la Iglesia de Cristo también sufre, no sólo te haces daño a ti misma como leíamos antes con respecto a que es carcoma de los huesos, sino que al cuerpo de Cristo también le hace daño por la falta de unidad y amor.


Mi oración es que Dios nos llene de su Espíritu Santo y de esa manera enfrentar esta maligna obra de la carne recordando el precioso evangelio, viviendo nuestra salvación y creciendo en las sanas Escrituras.


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