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Foto del escritorDaniela Ochoa Díaz

Historias de un embarazo




En lo que llevo de embarazo, he escuchado todo tipo de consejos o experiencias sobre la maternidad, el embarazo, la lactancia, la crianza de los hijos… etc


Parece que todo el mundo está dispuesto a darme su opinión, consejo o comentario con respecto al tema.


Ya sea en el trabajo, en la iglesia, en la calle, en el autobús… es increíble cómo las madres están dispuestas a abrir su corazón y compartir con aquellas que estamos en el proceso de tener hijos.


Incluso gente que no conozco de nada lo ha hecho.


Supongo que todas las madres están encantadas de hablar sobre sus experiencias maravillosas (o no tanto) de su embarazo y maternidad. Éstas mujeres se sienten con total libertad de compartir conmigo acerca de este tema tan especial y único.


Lo triste, es la diferencia en los comentarios, los de las creyentes son motivadores y reconocen que Dios es el Creador y Sustentador de la vida y no dejan de estar agradecidas por lo hermoso de la vida y de la concepción.


Las demás reconocen que es hermoso, pero no dan gloria a Dios, una por ejemplo me dijo: “Es increíble lo que el instinto animal nos lleva a hacer” otra comentó: “Es maravilloso lo que yo he hecho, las fuerzas que he tenido yo para dar a luz y traer vida”


Si tú quien estás leyendo o escuchando esto, has tenido la gran bendición de ser madre, sabrás de lo que estoy hablando.


Pero lo que quiero mencionar hoy, es que me sorprende el hecho que todas se han sentido muy cómodas y muy libres para darme sus buenos deseos, consejos y más, y yo me ponía a pensar en que si como creyentes estamos compartiendo las Buenas Nuevas de Cristo con tanta libertad hacia otras personas.


Ninguna de estas mujeres dudó o titubeó al contarme su experiencia, nadie pensó que sería “ofensivo” hablar de algo tan personal.


Así que pensé para mi vergüenza, “yo debería hacer lo mismo cuando hable con la gente, debería compartir sobre aquello que ha cambiado mi vida, mi destino, mi futuro. Debería hablar más sobre la experiencia maravillosa que es conocer a Cristo Jesús, sobre esa nueva vida que tengo en Él”


Ya, ya sé que no es lo mismo hablar sobre el embarazo que hablar sobre “religión” con la gente, pero si te pones a pensar, en este mundo todos dan su opinión sobre cualquier tema, no importa si te gusta o no, lo vas a tener que escuchar, entonces ¿Por qué nosotros no debiéramos alzar nuestra voz y proclamar las verdades del Señor con otros?


Continuando con el paralelo, hasta ahora, ninguna historia que he escuchado de boca de estas madres se ha parecido a otra, quizás se asemeja en algo, pero ninguna ha sido totalmente igual.


Cada mujer ha tenido su experiencia personal y única y se ha mostrado encantada por comunicármela.


Así también cada una de nosotras tenemos nuestro propio y único testimonio de salvación personal y también nos vendría bien contárselo a alguien más.


Me encanta cuando Cristo, después de sanar al hombre que estaba endemoniado en la región de los gadarenos, le impide que le siga y vaya con Él sino le manda diciendo: “Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti” Marcos 5:19


Hoy esa exhortación sigue vigente, para ir y compartir con aquellas personas que tenemos cerca sobre las maravillas que Dios ha hecho en nuestras vidas.


¡Ojalá y todos lo hiciéramos con tanta solicitud como ese hombre!


Porque si sigues leyendo el versículo 20 de Marcos 5 dice: “Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él y todos se maravillaban”


Si te fijas, este hombre no sólo volvió y lo publicó en Gadara, que es la región donde se encontraba al principio, sino que fue y lo proclamó en toda Decápolis que es toda una provincia digamos, no sólo una parte de la región.


Él fue más allá de lo que Jesús le pidió hacer en un principio. No sólo lo compartió con su casa y los suyos, sino que vio la necesidad de hacerlo con toda la región en la cual vivía.


Espero que nosotros tengamos ese mismo deseo, de compartir cuán grandes cosas ha hecho Dios con nosotros hoy, en este tiempo en el que vivimos.


Y quizás nos resulte más fácil hacerlo en este mes de diciembre, que es cuando celebramos el nacimiento de nuestro Salvador, y probablemente la gente está más receptiva a escuchar algo con respecto a este tema… así que ¡Aprovechémoslo!


Nunca sabremos a quién podremos alcanzar hasta que lo intentemos.


Amado Señor, danos el valor para compartir con otros acerca de tu venida a este mundo; tu muerte y tu maravillosa resurrección. Amén.







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