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Foto del escritorDaniela Ochoa Díaz

Haz el bien aun cuando nadie te lo agradezca





¿Os ha pasado alguna vez, que intentáis hacer el bien a alguien y ese alguien ni lo aprecia ni lo agradece, al contrario, parece que le molesta?


A lo largo de la vida de Cristo en esta tierra, Él se encontró con personas así, pero en su amor infinito, Él continuó haciendo el bien.


Y lo pude ver claramente en uno de mis devocionales en el Evangelio de Juan capítulo 5, en el tan famoso relato del paralítico de Betesda.


Es una historia muy conocida, y confío en que la sabéis, pero no sé si habíais notado, que después de ser sanado, el paralítico nunca menciona una acción de gracias hacia Jesús.


Esto me hizo detenerme y pensar por un momento, el hombre llevaba nada más y nada menos que 38 años enfermo... ¡38 años! ¿No pensaríamos que lo correcto y normal sería echarse en agradecimiento a los pies de su sanador una vez producido el milagro de volver a andar, o llorar de alegría al agradecer a quien produjo dicho milagro?


Pero la Biblia no nos menciona que sucedió nada de eso simplemente dice en el versículo 8 y 9:

“Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado y tomó su lecho y anduvo.”


Punto, no menciona nada de gratitud por parte del paralítico.


Quizás podemos pensar que no tuvo tiempo para darle las gracias porque si seguimos leyendo nos encontramos que Jesús luego se había apartado de la gente de aquel lugar, pero dicho enfermo no tuvo una, sino dos oportunidades para mostrar gratitud, porque continuando con la lectura, vemos que Jesús más adelante lo halló en el templo y le dijo que había sido sanado y que fuera y no pecara más.


Y nuevamente no se lee nada de una gratitud, es más el ex paralítico se fue casi corriendo y dio aviso a los judíos de que Jesús le había sanado y por esa causa ellos perseguían a Jesús y procuraban matarle.


Quiero detenerme aquí un poco y mirar lo que está pasando, Cristo acaba de hacer un milagro asombroso, ha sanado a un hombre que llevaba siendo atormentado por tantos años, pero este hombre no sólo no le agradece, ni muestra un interés en conocer quién es aquel que le sanó, sino que va a delatar a su sanador ante los judíos quienes le habían dicho de una manera arrogante que “no le era lícito llevar su lecho en día de reposo”, y esto trae una consecuencia perjudicial para su sanador y es que procuraban matarle por haber hecho este milagro.


¿Ves lo hiriente que pudo ser para nuestro Señor, hacer el bien y recibir el mal?

¿Haber amado a una persona y procurar su bien, mientras él se encargó (quizás inconscientemente) de provocar su mal?


¿Darse por completo al servicio de otro y no recibir nada bueno a cambio?

¿No te suena esto al evangelio? Dios buscando al hombre para darle vida eterna y perdón de pecados, y el hombre, en lugar de agradecerlo, lo desprecia y procura matarlo.


¡Qué gran ejemplo nos dejó el Salvador al no rendirse con nosotros! Por eso, mientras leía este pasaje no pude sino agradecer a Dios por su obra, y también pedirle que me de ese corazón de servicio que tuvo, al hacer el bien a otros, aunque aparentemente nadie lo apreció ni valoró.


Te animo a pensar en esto hoy y pedirle al Señor que puedas seguir sirviéndole a pesar de la oposición, a pesar de que ¡intenten matarte! A pesar de que nadie lo reconozca o valore, a pesar de que nadie te de las gracias por ello, a pesar de que tu servicio supone tiempo y esfuerzo y a nadie parece importarle.


Porque tristemente, si llevas algún tiempo en los caminos del Señor, sabrás que esto puede ser así. Pero si a Cristo mismo le hicieron eso ¿Quiénes somos nosotros para escapar de esa falta de gratitud?


La gente podrá ser cruel algunas veces y no apreciar lo que haces por amor a Dios, pero recuerda que Él está mirando todo, a Dios no se le escapa nada de lo que haces por Él, y algún día cuando estemos en Su presencia, será un gozo y un placer oír esas palabras maravillosas de Cristo al recibirnos y darnos la bienvenida en su reino sabiendo que hemos sido un “buen siervo y fiel”


Por otro lado, te exhorto a no estar en ese lado de la ingratitud, sino a apreciar a aquellos que trabajan a tu lado por amor a Dios, a reconocer la labor que ellos hacen y expresarlo con palabras y acciones. No pienses: “ellos saben que lo aprecio” sino pasa a la acción y déjales saber que en verdad valoras su esfuerzo y fidelidad.


El relato del paralítico termina con Jesús dando gloria al Padre y reconociendo que todo proviene de Él. Que en nuestras vidas también sepamos reconocer que todo lo bueno que pueda haber en nosotros es para la gloria de Su nombre.


Dios eterno, enséñame a darte las gracias en todo momento, a no dar por sentado todo lo que tengo o lo bueno que puede haber en mí. Solo tú eres digno de gratitud y adoración.

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