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Foto del escritorDaniela Ochoa Díaz

Ana y su compromiso con Dios (tercera parte)




Hace dos semanas empezamos a ver las consecuencias del compromiso con Dios que tuvo Ana y dijimos que, en primer lugar: Dios bendijo la familia de Ana y hoy quiero terminar esta serie mencionando que:


2) Dios usó grandemente a Samuel

Quizás varias de vosotras conoceréis quién llegó a ser Samuel, pero si no te suena de nada, déjame hacerte un breve resumen.


Samuel sirvió a Dios toda su vida, fue un fiel profeta de Dios y todo el pueblo de Israel lo sabía, 1 Samuel 3:20 dice: “Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová”


Él habló la Palabra de Dios al pueblo y los animaba a seguir fieles a Dios: En 1 Samuel 7:3 leemos: “Habló Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová y solo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos”


Fue fiel toda su vida y trajo gran bendición a muchas personas. ¿Qué pasaría si Ana no lo hubiera entregado a Dios? Probablemente Dios hubiera usado a otro profeta en su lugar, pero Samuel hubiera perdido esa oportunidad de servirle de una manera tan grande, fiel y conocida por todo el pueblo de Israel.


Una de las razones por las cuales debe animarnos el comprometernos seriamente con Dios es precisamente eso, que nunca sabremos a quiénes seremos de bendición mediante nuestra obediencia, a quiénes podremos animar e incluso llevar a Cristo cuando vean nuestras vidas consagradas a él.


¿No es de ánimo para nosotras ver a otras mujeres sirviendo a Dios?


Mediante el compromiso de Ana, Dios trajo bendición a su familia y más allá de su familia, a todo el pueblo de Israel, esto debe motivarnos a aferrarnos a Dios porque nunca sabremos a quien llegaremos mediante nuestra fidelidad, quizás a tu familia que no conoce a Dios, quizás a compañeras de trabajo o dentro de la propia iglesia para ser de bendición a otras hermanas en la fe.


Y quiero terminar diciendo que, para poder comprometerse con Dios, como hemos visto en el ejemplo de Ana, primero es imprescindible conocer a Dios, haber aceptado su sacrificio en la cruz y llamarlo Señor de nuestras vidas. Es necesario aceptarle como nuestro único y suficiente Salvador y entregarnos totalmente a El.


No es suficiente creer que somos salvas por el hecho de ir a la iglesia, o que nacimos dentro de un hogar cristiano, sino que somos salvas por la muerte de Cristo en el Calvario para darnos vida.


Juan 1:12 “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”


Juan 3: 17:18: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado, pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”


Romanos 10: 9-11: “Que si confesares con tu boca, que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado”.


Hechos 4:12, Efesios 2: 1, 8-9, 1 Timoteo 2:4-5


¿Creemos esto hermanas? Si hoy estás leyendo o escuchando esto y aun sigues dudando, te animo a no dejarlo más, te animo a aceptar a Cristo como tu Señor y Salvador personal, y si ya eres creyente el día de hoy, te animo a comprometerte y consagrarte a Dios a pesar de las críticas que puedan surgir aún dentro de tu familia o de los que te rodean, te animo a cumplir con lo que le prometes a Dios, y a obedecerle a pesar de que esto vaya en contra de lo que tú quieres o lo que a ti te gustaría como lo hizo Ana.


Comprobarás que Dios no se equivoca, que Él no falla y que quiere bendecirte y usarte para Su propia gloria y honra.



Gracias amado Dios por mostrarnos tanto amor en esa cruz, ayúdanos a consagrarnos a ti, para ser siervas útiles en tus preciosas manos. Amén.









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